No fueron necesarios ni más de 10 minutos de charla para notar que esta sería una conversación diferente a lo que se suele estar acostumbrado. En cada palabra, cada frase y cada memoria, expresadas con simpatía y elocuencia, era posible percibir que, sentada frente a nosotros, había una historia que valía la pena contar.
Roxana Revolone, gestora cultural, productora artística, coordinadora de eventos y poetisa salvadoreña, además de paracaidista y montañista, fue miembro del equipo de voluntarios que dejaron su huella en los XIX Juegos Centroamericanos y del Caribe San Salvador 2002.

Con experiencias previas en otros voluntariados, además de conocimientos de turismo y cultura, así como atención de grupos VIP, Roxana fue la persona responsable de los guías bilingües que tuvieron un contacto directo con los atletas, dentro de la Comisión de Turismo y Cultura.
Con cierta nostalgia, Roxana cuenta que en su momento escuchó sobre la oportunidad de realizar el voluntariado en estos juegos a través de la radio y televisión, los medios de comunicación tradicionales para la época.
Sin embargo, no fue hasta que recibió una llamada telefónica en particular que decidió sumarse a esa experiencia que hoy, 20 años después, le lleva a esbozar una sonrisa al recordar.
“De repente no encontrás el llamado, pero recibí una llamada concreta de la licenciada Uri Romero, que era parte de todo este equipo alrededor del Comité Organizador. Ella conocía acerca de mi experiencia y necesitaban llenar algunos perfiles concretos dentro del voluntariado, en este caso para el área de protocolo”, relata.
Revolone, que ya tenía experiencia en el deporte salvadoreño, específicamente en el paracaidismo y montañismo, cuenta que de alguna manera tenía la intuición de lo que podría conllevar un evento de esa escala.


“Fui convocada por mi perfil concreto profesional. Fue específicamente en mi experiencia en atención de grupos VIP que venían a El Salvador, el Gobierno de ese entonces me convocaba como guía turística para atención de visitas internacionales que requerían un perfil concreto de guía turístico. En ese sentido tenía el perfil para atender ciertas visitas que venían adentro de las delegaciones deportivas que nos visitaron para esos juegos”, comenta Revolone.
“Esa hormiguita me picó (voluntariado), habrá una gran fiesta deportiva en el país. Me están convocando a apoyar, es mi área de trabajo, y por qué no participar”, expresó Roxana, como el pensamiento que la llevó a tomar la decisión de unirse al voluntariado de los juegos.
La experiencia
Una vez dentro del voluntariado, Roxana diseñó junto a otros voluntarios, durante los meses previos a los juegos, un programa de formación para guías turísticos. El objetivo, comenta Roxana, era “atender tanto a las comitivas internacionales como dar oportunidad a los atletas nacionales para que se incorporaran a una agenda alternativa de recorridos, que permitieran mostrar rutas turísticas de El Salvador”.
Cuando los juegos llegaron, su trabajo se intensificó, las responsabilidades aumentaron y su liderazgo cobró protagonismo. Roxana era la responsable de asignar y coordinar las rutas de los diferentes guías, además de guiar, por su cuenta, una serie de recorridos turísticos, así como atender requerimientos especiales de algunas comitivas.
“Diseñamos un circuito de tours en los que algunos días en específico, las personas se podían inscribir y subirse al bus que iba a la Ruta de Las Flores, Coatepeque, Suchitoto, y en cada bus iban los guías turísticos”, comenta Revolone.
Roxana también hace mención del intercambio cultural en el que se vio inmersa en el desarrollo de los juegos. Recuerda en especial, con cariño y mucho orgullo, cuando el equipo médico y técnico de la delegación venezolana requirió de su asistencia y compañía para realizar la ruta de Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez.
“Visitamos algunos lugares ligados con la historia de la vida y muerte de Monseñor Romero, y finalmente terminamos en la Catedral de San Salvador. Para mí fue conmovedor conocer y ver las expresiones de afecto y admiración por el santo Monseñor Romero”, relata una emocionada Roxana.

Y es que esa emoción, ciertamente, era contagiosa. Roxana, con sus palabras y su forma de expresarse, lograba que quienes la escuchábamos pudiéramos remontarnos con ella hacia el año 2002, y sentir que vivíamos a su lado la experiencia de voluntariado en una justa deportiva del calibre de unos Juegos Centroamericanos y del Caribe.
“Cada persona que tuve el privilegio de atender durante esos juegos fue para mí una experiencia inigualable”, comentó.
Después de los juegos
Luego de un breve receso las memorias se acercan cada vez más al presente, y Roxana relata algunas de las experiencias que vivió posterior a los juegos, y cómo el voluntariado le permitió crecer y desarrollarse tanto personal como profesionalmente.
“La fiesta deportiva ofrece un gama de oportunidades de poderte acercar a un mundo diverso y rico en experiencias. Los Juegos Centroamericanos y del Caribe me abrió puertas y me dejó el deseo de seguir colaborando con el mundo deportivo de El Salvador. Años después me convertí en miembro de la Junta Directiva de la Federación Salvadoreña de Montañismo y Escalada (FSME)”, comenta.

Revolone también señala que sus experiencias previas, así como lo vivido en los juegos, le permitió ser un enlace hacia el Comité Olímpico de El Salvador (COES) cuando fue parte de la FSME.
Fue después de un extenso recorrido a sus memorias y vivencias, cuando una emocionada Roxana se sincera y reconoce que el voluntariado en los juegos fue una de las experiencias más significativas de su vida.
Al preguntarle cómo podría resumir lo relatado, su respuesta fue clara y contundente: “una experiencia inolvidable que siempre recordaré”.